Ese era el precio que el Caudillo debía pagar por la inestimable ayuda prestada por los nazis durante los años de la Guerra Civil española enviándole la Legión Cóndor con la que se realizó el bombardeo de Guernica, del 26 de abril de 1937, o la flota alemana anclada en las inmediaciones del Estrecho de Gibraltar realizando el bombardeo de Almería.
Pero no consiguió convencer al dictador español, ni tan siquiera en la reunión que mantuvieron en la estación de trenes de la localidad francesa de Hendaya en la que lo único que obtuvo de él fue el compromiso de enviar una unidad de voluntarios, que sería conocida como la División Azul y apoyar una hipotética invasión de Gibraltar y así recuperarla para la soberanía española, sólo de ese modo Franco podría plantearse una posible participación en la IIGM.
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La respuesta ambigua y nada comprometida del Caudillo molestaba de forma exasperante al Führer, quien quería un compromiso claro y firme.
Esto es lo que hizo plantear seriamente a Hitler idear un plan con el que derrocar a Franco y sustituirlo por un ‘hombre de confianza’ de los nacionalsocialistas. Para ello se reunió en la ‘Guarida del lobo’, en septiembre de 1941, con Agustín Muñoz Grandes, insigne falangista que había ocupado el cargo de Ministro secretario general del Movimiento y que en ese momento comandaba la División Azul.
En dicho encuentro Hitler tanteó la implicación de Muñoz Grandes con el Tercer Reich y consideró la posibilidad de contar con él para colocarlo al frente de un complot y situarlo como nuevo líder de la extrema derecha española.
Y no iba mal encaminado el Führer en cuanto al descontento que tenía Agustín Muñoz Grandes con la nueva España liderada por Franco, ya que esperaba una mayor implicación del país en la IIGM, además de ser un enemigo acérrimo de Ramón Serrano Suñer, Ministro de Asuntos Exteriores además de cuñado de Franco.
Todos estos detalles situaban al falangista en el lugar idóneo para maniobrar contra el dictador español. Pero su intención no era derrotar a Franco, a quien veía como alguien con gran carisma, pero sí convertirlo en un Jefe de Estado de paja, situándose él como Presidente del Gobierno y haciendo y deshaciendo a su antojo y al de los alemanes.
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Cabe destacar que Muñoz Grandes fue condecorado con la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro con hojas de roble, siendo muy pocos los extranjeros no nacidos en Alemania que la recibieron. Esta pretendía ser una distinción con la que agradecerle no solo los servicios prestados al frente de la División Azul durante la campaña de Invasión alemana de la URSS, sino por los que prestaría al Tercer Reich desde una posición privilegiada en España.
Pero no tardaron en llegar rumores al Palacio del Pardo en el que se destapaba la estrecha amistad y lealtad que estaba surgiendo entre Muñoz y el régimen nacionalsocialista.
Y como dice la conocida expresión ‘Si no puedes con tu enemigo, únete a él’, Franco decidió traerse para Madrid a Muñoz Grandes, alejándolo de posibles tentaciones en Berlín. Lo sustituyó al frente de la División Azul por Emilio Esteban-Infantes y lo ascendió a Teniente General junto al nombramiento de jefe de la Casa Militar de Franco, dejando la firme promesa que en pocos años le entregaría una cartera de uno de los más importantes ministerios.
Todo parece indicar que el plan de Franco funcionó mucho mejor que el de Hitler, por lo que Muñoz Grandes le juró lealtad inquebrantable al Caudillo y se olvidó de cualquier conversación mantenida con el Führer.
Entre 1951 y 1957, tal y como Franco le había prometido, ejerció como Ministro del Ejército y en 1962 llegó a ocupar la Vicepresidencia del Gobierno hasta 1967, en el que se jubiló a la edad de 71 años.
Fuente: Alfred López (es.noticias.yahoo.com)
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